Me acuerdo cuando en Cuauhtémoc no se escuchaban historias tan graves de crímenes, cuando todas esas historias de asesinatos y esas cosas aparecían solo en las películas y si acaso en la vida real pero en ciudades como Los Ángeles, Nueva York o cualquier cosa más grande o conocida.
El primer caso; así realmente el primero, el que desconcertó a toda la sociedad puesto que no sabíamos qué onda (hablando coloquialmente) no sabíamos si era cierto y si lo era ¿Cómo aquí en Cuauhtémoc?
Estoy hablando del caso del destazado en el bote de la basura, ¿ya todos lo conocemos verdad? Dos militares que vivían juntos (o algo así) de nombres Benito Hernández Hernández (hoy occiso) y el victimario Rey Vite Hernández. Fue un caso en el que se desconocían por completo como proceder en estas situaciones puesto que nunca la habíamos vivido, rápidamente empezaron las suposiciones: “eso hiso el animal porque no son de aquí” decían algunas personas “son chilangos, se pelearon y ve que espectáculo vinieron a armar a nuestro pueblo” decían otras.
Siempre si han pasado dos que tres cositas aquí en el rancho, el caso del padre Salomón Palma fue noticia nacional y no hace mucho (aunque pasó en Chihuahua capital) un maricón narcisista originario de Cuauhtémoc y de nombre Ángel Ordoñez torturó, violó y asesinó a su novia menor de edad Isabel Márquez. Pero volvamos al tema de la violencia, esto del militar que destazó a su compañero y fue a esconder los restos del cuerpo en un bote de basura municipal dejando un gran rastro de sangre que fue el que ayudó a su captura pasó a finales del 2007; la cosa estaba calmadísima para entonces, había narcos como todos sabíamos pero trabajaban “bien”. Decía un señor que tenía una carnicería “antes los narcos eran raza incluso respetable, venían los domingos por sus tantos kilos de carne y todo para sus pedotas y a la hora de la cuenta ni pillaban; sacaban los billetes en caliente y ¡cómo no! Incentivaban algunas economías con sus compras, nada que ahora que pura pinche cuota quieren”.
Pues en fin, entonces algunos meses después de ese caso del destazado, en Enero si mal no recuerdo, cuando ya estábamos más o menos recuperados de la impresión que había causado tal tragedia en nuestro pueblo virgen de incidentes ¡siguiente caso! El segundo que yo recuerdo: el homicidio del empresario bien conocido Jaime Vargas quien con sus hermanos habían tejido una red de paleterías en la ciudad; ahí en ese preciso momento ya nos empezamos a “paniquear” todos. ¿Cómo era posible que estuvieran matando a la raza en nuestro pueblo que siempre había sido tan tranquilo?
¿Y ahora? Ahora hay un chingal de matanzas al mes, ya no nos parece raro, vemos levantones en la calle y lo único que hacemos es ir a platicárselo a los conocidos y ya, vemos que los malandros roban porque “tienen hambre los pobrecitos hijos de la chingada” y en vez de conseguirse un trabajo de lo que sea ¡es la verdad! El que quiere trabajar; trabaja. Que desgracia.
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